Todo en casa…

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Antes de esta pandemia del Covid-19 teníamos varios sitios a donde ir, responsabilidades que cumplir o actividades que realizar fuera de casa. Trabajábamos y producíamos en un lugar, nos capacitábamos en otro y hacíamos compras o nos divertíamos en muchos otros.

En contraste, en nuestras casas nos ocupábamos de cumplir nuestros roles en el hogar que van desde ser padres, madres, hijos, hermanos o algún otro papel familiar. Y por supuesto, a realizar las tareas que llamamos domésticas.

Sin embargo, como producto de las “nuevas normalidades” y de la cuarentena por la que pasamos, hoy parece que todo se circunscribe al interior de nuestras viviendas.

Ahora el pequeño espacio físico de nuestras casas o apartamentos se han convertido, de la noche a la mañana y al mismo tiempo, en: aula de clase, oficina de trabajo, centro de compras, lugar de reuniones, entretenimiento, juegos, diversión y hasta fiestas virtuales, guardería, hogar geriátrico, escuela de cocina, templo de oración, consultorio psicológico, gimnasio, hospital, bodega, garaje, criadero de mascotas, jardín, etc. Incluso ya podemos viajar a cualquier lugar del mundo o ver espectáculos, a través de la realidad virtual, sin salir de casa.

Nos recuerda el eslogan publicitario de la época en que aparecieron los primeros almacenes de tiendas por departamentos en grandes superficies: “…Todo bajo el mismo techo…”.

Y en medio de toda esta transformación nuestro sitio de residencia ha tenido que seguir siendo esencialmente nuestro hogar, el de nuestra familia, con todas sus virtudes y defectos.

Esta nueva forma de convivencia inesperada y sin precedentes ha arrojado – y sigue arrojando – ganancias y pérdidas.
Por un lado, es cierto que hemos ahorrado en gastos de transporte, ropa, cosméticos y actividad social, entre otros, pero también lo es que se han aumentado los de asuntos como, por ejemplo, servicios públicos (agua, Luz, gas, teléfono, Internet, celular) salud, adecuaciones, servicios a domicilio, tarjetas de crédito, utensilios de aseo, higiene y bioseguridad, aparatos tecnológicos y alimentos y bebidas. Al final, pierde la economía de los hogares asediada por todos estos nuevos y altos gastos sin ninguna compensación ni publica ni privada
Y también ha habido más perdedores que ganadores.

En efecto, se han perdido muchísimos empleos, sobre todo los de las mujeres que son madres que han tenido que renunciar a sus trabajos, formales o informales, de vuelta a la actividad económica por cuidar a sus hijos menores que aún no han regresado a sus clases; Pierden la mayoría de los estudiantes al no contar en sus viviendas con la conectividad y los elementos tecnológicos necesarios para recibir una educación virtual de calidad; También una proporción muy alta de pequeños comerciantes (restaurantes, salones de belleza, locales de centros comerciales, etc.) que no cuentan ya con los habituales y numerosos consumidores; Pierden los actores del sector turístico (Hoteles, Arrendamiento de autos, agencias, aerolíneas, centros de eventos, sitios de esparcimiento, etc.) porque ya no llegan viajeros ni visitantes; en fin.

Pero también ganan quienes se ocupan en actividades que tiene que ver con la salud, la tecnología y el comercio electrónico, entre otros; y, por supuesto, los pudientes que tienen los recursos económicos no solo para mantener sus inversiones de diversa índole incrementando sus utilidades, sino que, incluso, entienden esta crisis como una oportunidad para aumentar sus patrimonios.

En esto último, algunos consideran que esto del “teletrabajo” o trabajo remoto, en realidad es un anticipo del trabajo por horas que ya está considerado en nuestra legislación laboral y que, si bien va en detrimento de los trabajadores, lo cierto es que genera múltiples beneficios para los empresarios.


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