Libertad de expresión

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En medio de las controvertidas elecciones de los EEUU, llamó la atención el episodio en que las cadenas de televisión CBS, ABC y NBC deliberadamente interrumpieron la transmisión de costa a costa de una conferencia de prensa que ofrecía el presidente de la república, Donald Trump, bajo el argumento de que lo que estaba denunciando en ese momento – un posible fraude electoral – no estaba soportado por pruebas.  

Independientemente de lo detestable que para muchos pueda resultar este personaje, debemos defender el concepto de libertad de expresión. Por lo mismo creemos que lo sucedido constituye un gravísimo precedente por las siguientes razones:

En primer lugar, los hechos son sagrados, y este era un hecho: Se trataba de un acto público en una sala de prensa oficial convocada por el presidente de una nación para hacer unas graves denuncias al día siguiente de las elecciones. La circunstancia de que quien hablaba es además un candidato en contienda no desdice, pues esas son las reglas establecidas y aceptadas en el juego democrático en ese país.

En segundo lugar, la información no es propiedad del funcionario publico ni del medio de comunicación sino del ciudadano que tiene el derecho fundamental y constitucional a conocerla. Luego el periodista debe garantizar y defender ese derecho. Máxime cuando se trata de una elecciones presidenciales y parlamentarias, que interesa a todos (votantes o no, simpatizantes o no).

De otra parte, el espectro electromagnético es un bien público sujeto a la gestión y control del Estado, que entrega en concesión a operadores privados las respectivas frecuencias de radio, televisión e internet, pero que debe garantizar el pluralismo informativo, la igualdad de oportunidades en su acceso y la competencia. Por lo que, si hay una información de interés público, como creemos que era, las cadenas debieron trasmitirla en su totalidad.

Otra cosa es que el medio y sus periodistas tengan la libertad para expresar sus opiniones – la opinión es libre – luego de sucedido el hecho y demostrar que lo dicho es una mentira o carece de fundamento. De hecho, hoy ha tomado mucha fuerza el periodismo que descubre y publica las mentiras o errores en los discursos de los personajes públicos. Se trata del llamado “Fact-checking” o verificación de datos (en Colombia son ejemplos: “El Detector de Mentiras” de la Silla Vacía y “Colombiacheck” de Consejo de Redacción, entre otros).

Realmente entrar a calificar una información en el instante en que la fuente formal y oficial la emite y, en consecuencia, tomar la decisión de no permitir su difusión no nos parece una tarea digna del periodismo. Recordemos la frase que se le atribuye a Voltaire: “…Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo…”

Algo muy distinto son los dueños de los medios. Ejemplo: el episodio reciente de la revista Semana en donde su principal accionista aumentó su participación en la empresa y, entonces, salieron varios prestigiosos periodistas y columnistas (¿consecuencia o coincidencia?). Esto comprueba 2 cosas: El verdadero periodismo, con sus cánones universales, cada vez tiene menos campo de acción y menos posibilidades de sobrevivir económicamente, a pesar de que hoy existe la internet, pero para poder mantenerse en ella, casi siempre, deberán convertirse en empresarios, que es una actividad muy distinta; Y, de otra parte, ya lo advertía Honoré de Balzac en 1843: “..Para un  hombre de negocios un diario es una inversión de capital por la que recibe intereses sobre todo en forma de influencia y placer, y solo a veces en dinero..”


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