Apasionada con lo que mejor sabe hacer y lo que más le gusta: «endulzar paladares» en Malambo y todo el Atlántico, Rosario Zabaleta sigue el legado de su madre, que ha conservado por más de 49 años. Pero además, es el mismo que dejó a su hija mayor desde su adolescencia y que también ha mantenido.
Y es que esta mujer, a sus 57 años, se emociona preparando dulces, tanto como cuando aprendió a hacer el primero, de guayaba, a sus 8.
Este oficio le permitió a Rosario, en su niñez, ganar dinero para comprar sus útiles escolares y pagar sus estudios.
Y después de enamorarse, conformar su hogar con su esposo y tres hijos, recuerda que «el dulce también me ayudó a sacarlos adelante».
Con una sonrisa que irradia su rostro, dice «estoy muy orgullosa de lo que aprendí de mi mamá» y reafirma «moriré haciendo lo que más me apasiona», al referirse a las exquisitas delicias que, por décadas, ha preparado con diferentes frutas, mezclas y su toque afro, que la hace ser feliz por cultivar una dulce tradición familiar.