Lo que vemos por estos días, a través de diversas manifestaciones y protestas, es la necesidad de un país que necesita ser visto y escuchado. Un país que para muchos es desconocido. Un país que, a propósito, ha sido invisibilizado durante toda la historia.
Desde siempre. Por ejemplo, los indígenas, los primeros pobladores de nuestro territorio, a quienes hoy con asombro les reclaman por derribar la estatua del “conquistador” (¿invasor?) español Sebastián de Belalcázar en Cali, que para ellos representa a quienes desde entonces les han arrebatado sus tierras, sus riquezas, sus dialectos, sus costumbres, sus creencias y sus vidas.
Ya en la literatura desde mediados del siglo XIX Jorge Isaacs en “La María” en el occidente, Juan José Nieto –también ignorado como el único presidente negro que ha tenido Colombia– con “Ingermina o la hija de Calamar” en nuestro Caribe y José Eustasio Rivera en “La Vorágine” en el sur, trataron de mostrar que existía otro país que sufría la desigualdad y las injusticias sociales.
William Ospina en su “Pa que se acabe la vaina” lo describe: “..Estaba ya planteada la lucha, que prosiguió siempre, entre los que borraban el país y los que lo descubrían, entre los políticos empeñados en someter nuestra diversidad al lecho de Procusto de unas instituciones precarias, una lectura de la realidad no hecha para el bienestar de los ciudadanos sino para los fines estrechos del poder y de la burocracia, y el espíritu descubridor de pensadores y artistas empeñados en hacer que por fin pudiéramos ver los que teníamos ante los ojos..”
J.E. Gaitán nos hablaba hace más de 70 años del “país político y el país nacional” para significar la gran mayoría de esa población ignorada y sacrificada por la desigualdad y la inequidad que desde siempre viven en las veredas produciendo nuestros alimentos y colocando los hijos para las guerras.
Mas adelante, en el Caribe Gabo volvió a tratar de hacernos visibles ante el país con sus “100 años de Soledad”.
Recordemos que Colombia es el país con más desplazados internos del mundo con casi 8 millones de personas según la ONU. De hecho, en el primer trimestre de este año la Defensoría del Pueblo informó que fueron desplazadas 27.345 personas. Para no hablar de los más de 2 millones de migrantes venezolanos que deambulan por nuestro territorio. Pero nadie los ha visto. Los grandes medios no visibilizan el drama que viven, pues su actuación mayoritariamente ha estado favoreciendo intereses del poder político o, como ahora, de fuertes grupos económicos.
Los acontecimientos de esta última semana no aparecieron repentinamente. En noviembre del 2019 hubo un Paro Nacional de gran magnitud e impacto. Esa vez los reclamos eran sobre la reforma pensional y salarial que preparaba el gobierno, la crisis de las universidades públicas, la matanza de indígenas y lideres sociales y el incumplimiento del Acuerdo de Paz. De hecho, el gobierno se ideó en ese momento la denominada “Conversación Nacional” que no llegó a ninguna conclusión, pues su período coincidió con la cuarentena .
Ahora, un año y medio después, otro Paro Nacional, pero alimentado además por la desesperanza, por el dolor de los seres perdidos o contagiados durante la pandemia, por el hambre, la inseguridad y la pobreza y por el anuncio de una reforma tributaria que agravaría su situación y que, por lo pronto, ha quedado aplazada.
Justamente, el presidente la ha retirado del estudio del congreso y ha prometido un nuevo proyecto consultando a los partidos.
Debería aprovechar también para ver y escuchar a ese país invisible.