Por: Víctor Herrera Michel – Colaborador
En medio de un clima de tensión hoy se posesiona el nuevo presidente de los EEUU, el demócrata Joe Biden, con la esperanza de solucionar la complicada situación de uno de los momentos más críticos de la historia de ese país. En primer lugar, la pandemia del Covid-19 que ubica a la nación norteamericana en el mundo como el de mayor número de contagiados con más de 24 millones y de fallecidos con alrededor de 400 mil. Para ello el nuevo mandatario se ha comprometido a colocar 100 millones de vacunas en sus primeros 100 días.
En segundo término, tendrá que afrontar la crisis económica que ha ocasionado justamente este flagelo y que ha llevado al desempleo más alto de las ultimas décadas. Para ello ha proyectado presentar un nuevo gran paquete de estímulos para los hogares norteamericanos más golpeados, los pequeños negocios y los desempleados. Además, está la crisis política que divide y polariza al país y que entraña un gran componente de violencia por parte de los grupos extremistas de derecha y de discriminación y odio hacia las minorías e inmigrantes, especialmente negros y latinos.
Por último, le tocará recomponer las relaciones internacionales de un país que durante el gobierno que termina decidió retirarse de algunos acuerdos importantes para el mundo en materia ambiental, de salud y armamentista y deterioró sus relaciones con China y Rusia y con algunos países tradicionalmente amigos.
En el entorno han ocurrido varios hechos sin precedentes: la toma violenta de la sede del capitolio – con el saldo de varios fallecidos y procesados – por parte de seguidores del presidente saliente, Donald Trump, quien les incitó; el veto de las cadenas de televisión a éste último por sus mentiras sobre fraude electoral y luego de las redes sociales, incluida la cancelación de sus cuentas; y el inicio, que deberá refrendar justamente hoy el Senado, de un segundo juicio político a un presidente norteamericano.
Los acontecimientos político-económicos que ocurren ahora en los EEUU han venido aconteciendo en diversas latitudes desde la ultima década. Ya lo había advertido el conocido analista Moisés Naím en su obra “El Fin del Poder” (2013) cuando habla de la degradación del poder en muchos ámbitos (empresarial, político, religioso, tecnológico, social, etc.) y la aparición de “micropoderes” que dificultan cada vez más la acción de los poderes tradicionales y hacen que el poder sea ahora más fácil de adquirir – y también de perder – y más difícil de ejercer.
También hay que decir que últimamente se han fortalecido peligrosamente nuevos grupos de poder como el de las redes sociales, la tecnología y el comercio electrónico que están influyendo decididamente en la capacidad y la libertad de elegir de los ciudadanos.
¿Y qué tal ahora el poder de las multinacionales farmacéuticas que lograron producir la vacuna contra el Covid-19 que tienen literalmente arrodillados a la gran mayoría de países del mundo que necesitan adquirir el fármaco…?
De tal suerte, que aquello que nos enseñó Fernando Savater en su libro “El Valor de Elegir” (2003) en el sentido de que, como seres humanos, tenemos la capacidad de: “…Actuar, que en esencia es elegir y elegir consiste en conjugar adecuadamente conocimiento, imaginación y decisión en el campo de lo posible…” está siendo cada vez más cuestionado en la realidad por la acción planeada por fuerzas económicas muy poderosas que llegan a predeterminar la conducta de las personas.
Esa manipulación del ciudadano está trayendo una consecuencia muy grave: está colocando en riesgo la existencia o estabilidad de las democracias en los diferentes países del mundo.
@vherreram