Barranquilla: ciudad escuela

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“Una ciudad es culpable mientras no es toda ella una escuela” decía José Martí para significar el compromiso social e institucional que debemos asumir todos en la construcción de un nuevo ciudadano capaz de comportase honestamente en una sociedad, a la cual le debe ser útil transformando su realidad con base en los conocimientos adquiridos y las experiencias vividas en su entorno.

La traemos a colación, por estos días de aniversario de Barranquilla, a propósito de la formulación de los lineamientos para elaborar el “Manual de Cultura Ciudadana” por parte de la alcaldía distrital.

El jefe de la oficina de Cultura Ciudadana de la Secretaría del Interior, David Montero Jalil, nos dijo en una entrevista que el ejercicio de elaboración del referido Manual – que por primera vez se hace – basado en 2 argumentos fundamentales (la humanidad y el civismo) y cuyo primer borrador deberá estar listo en 2 meses, ha comenzado por una reunión con un significativo número de rectores de colegios de la ciudad para definir, en primera instancia, cuáles son las características de ese habitante ideal al que se quiere llegar y cuál es la educación que se requiere para alcanzar ese resultado.

Recordemos que la educación en su concepto más amplio – y no solo el de las aulas o, ahora, la que se imparte virtualmente – comprende desde los ejemplos de los padres y familiares en casa hasta la actitud de los funcionarios frente a un determinado asunto público, pasando por la manera como los políticos y los empresarios resuelven sus conflictos, la formas de expresión en los medios de comunicación y en redes sociales e internet, el modo como los vecinos participan en la elección de los miembros del consejo de administración de su edificio o de la junta de acción comunal del barrio, los debates en la escogencia de los representantes en la asociación de padres del colegio o del consejo estudiantil en la universidad, el comportamiento de las autoridades, la conservación y la difusión del patrimonio histórico y cultural, etc., etc., etc.

Particularmente creemos que el objetivo debe ser claro. Se trata de trascender mucho más allá del famoso “Manual de Urbanidad y buenas costumbres” escrito por el venezolano Miguel Antonio Carreño, en 1853, y que sirvió para que varias generaciones aprendieran cómo comportarse en lugares públicos y privados tales como el hogar, la familia, la escuela y el trabajo.

Además, “…enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción…” cómo lo advertía Paolo Frieri.

Debemos formar, entre todos, un nuevo ciudadano empoderado, con sentido de pertenencia y pensamiento crítico; amante del dialogo en sus relaciones con su familia, amigos, compañeros de estudio o trabajo y con el medio ambiente; ejerciendo sus derechos y cumpliendo sus deberes para lo cual debe conjugar permanentemente el verbo Participar. Es decir, ser corresponsable del presente y futuro de la ciudad a través de los mecanismos legales y las garantías constitucionales que ofrece la democracia. Como dice en su “Ética de urgencia” Fernando Savater: “…abrir los ojos a que somos una sociedad cuyos asuntos públicos debemos gestionar entre todos…”. Un ciudadano cuyo actuar no solo debe circunscribe al día de las elecciones sino a las decisiones que tome a diario en el hogar, el trabajo, el aula, la cuadra, con los vecinos, en las protestas, etc., para definir temas que le son cercanos como la cantidad y calidad de los impuestos, de los servicios públicos, la educación, la justicia, el empleo, la seguridad y la atención en salud, entre otros.

@vherreram


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